sábado, 23 de febrero de 2008

La practica de una fantasía: la antelación del discurso post-mortem

¿Qué pasará si hablo?
¿Vendrá alguien a llorar cuando yo sonría, a sonreír cuando llore?
No.
Todas las noches sentiré el eco vacío de mi voz, que ya ha sonado y no sonará así nunca más. Todas las noches me acostaré en mi cama solo, oyendo a mi voz recorrer las calles volviendo su figura a cada instante, y a la sazón no sólo yo estaré solo sino que ella también…, y así habrá llegado la hora de la conciencia, y entonces tendré que matarme. Entonces tendré que introducirme en el bosque de la muerte buscando la cabaña en la que viven mis padres y decirles que he fracasado.

¡Cuanta vitalidad ha de hacer falta para dejar la vida! Cuanto polvo de ensueño flotando como un camino sobre el pavor naciente y poniente del principio del amor, perdiéndose a la distancia, precediéndolo a uno mientras entra a la muerte y, aunque sin hacer jamás visible el más allá, llevando al caminante tan lejos que le sea más fácil seguir por la fe, que volver otra vez a pedir perdón y dar las gracias… Y al fin sólo caminar, casi sin sostén, sobre la nada, hasta perder pie y hundirse en la antigüedad del sueño.
Mientras ese acto, continente de todas las esperanzas, hace arder el cuerpo como un leño, y mientras los humos de esa entrega velan toda otra emoción más larga y débil, todo otro sentimiento más atado al pudor, toda concesión, todo regalo del mundo a los sentidos…, ya entonces el ser ha trascendido a su propia vida, pues ha entregado todo lo que es por lo que aún no es, pero sobre todo por lo que acaso no pueda ser jamás.

Solo pensar que alguien me mira
a los ojos
y toma mi olvido en sus manos
en vano
- para no estar solo -
y en mis ojos nada queda

Sólo Dios quiere mis latidos
pues todo lo que amo tiene su propia vida
y allí se va cuando lloro
Sólo quien me dio me pide
lo demás cae como corteza seca

Y Dios me duele en el pecho
pues todo es falso
y para ser falso
me roba lo que mi padre me dio
para que regalara

Pero Dios sólo vendrá cuando haya muerto
porque sólo quiere a los vencidos
porque sólo quiere vernos llorar su lluvia
borrándonos el rostro

Ah, esa grandeza que hace llover
lágrimas del cielo
sólo me da de beber mi muerte
no me conoce
me ama con indiferencia
me ama con amor que no quiero
y entonces me mata

He hablado: he de morir.
Debo morir porque estoy cansado, y porque el suelo es húmedo y duro y me hace doler el corazón cuando duermo.
Caigo sobre los brazos de Dios porque nadie ni nada más me sostiene. Caigo sin pedir perdón ni dar las gracias, sólo caigo, a un sueño más hondo, porque estoy cansado.

Cuando el destino me cedió su lugar
mi tarea fue crear a un dios que juzgue al mundo
mi tarea fue quitarle al mundo la facultad de juzgar.
Cuando el destino me cedió su lugar, me dijo:

Los hijos de la tierra están tan solos… Pero tú estás acompañado por mí en cada parcela de tierra que le ha ganado tu soledad al mundo. ¿No ves como tus sentidos yacen medio muertos al arte, y tu amor, como un fuego de artificio, te pertenece menos que la noche que ilumina? ¿No ves que la hermosura es un desastre y que mientras los hombres, asustados por el fuego divino, dejan arder la selva de su corazón, el mundo aún espera ser creado?
Por la soledad acompañado ya no posees la sed del hombre sino la sed del mundo…, un mundo nuevo con el viejo mundo como parturienta.


Así el destino
me plantó su ala sana
en mi ala rota.

Pero perdí mi otra ala, porque el destino quería volar más alto.
Así fue que no di la talla, así es que debo morir.
Mas antes tenía que hablar, y he hablado.



Piloto del dios viviente.