lunes, 3 de diciembre de 2007

Maurice Maeterlinck

La única moral viva y eficaz ¿no es la idea que cada cual se hace de algunos seres escogidos? Pero en esta idea ¡¿Cuál es la parte del alma elegida y cuál la parte del que la elige?! ¿Es que eso no se mezcla muy misteriosamente y esa moral ideal no llega a profundidades que la moral de los libros más hermosos nunca podrán alcanzar?

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¿No es en el amor donde se encuentran los mas puros elementos de belleza que podemos ofrecer a nuestra alma? Hay seres que se aman así en la belleza. Amar así es perder poco a poco el sentido de la fealdad; es cerrar los ojos a todas la pequeñeces y no entrever ya mas que la frescura y la virginidad de las almas mas humildes. Amar así es no tener siquiera la necesidad de perdonar. Amar así es no poder ocultar ya nada, porque ya no hay nada que el alma siempre presente no transforme en belleza.(…) Amar así es elevar a todos los que nos rodean a alturas en que ya no pueden faltar y de donde una baja acción debe caer de tan alto que al caer al suelo descubre, a pesar suyo, su alma de diamante.

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… desde el momento en que no estamos ya obligados a formular lo que en nosotros hay de misterioso, somos mas profundos que todo cuanto se halla escrito y mas grandes que todo lo existente.

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Hay en este aposento cinco o seis seres que hablan de la lluvia y del buen tiempo; mas por encima de esta conversación miserable, seis almas sostienen un dialogo al que ninguna sabiduría humana podría aproximarse sin peligro, y aun cuando hablen a través de sus miradas, sus manos, su rostro y toda su presencia, siempre ignoran lo que dicen.
Es menester, no obstante, que esperen al fin del ininteligible dialogo, y he aquí por qué tienen no sé qué alegría misteriosa en su fastidio, sin conocer que en ellas escuchan todas las leyes de la vida, de la muerte y del amor, que pasan como ríos inagotables en torno de la casa.”

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…la vida es grave, y nuestra alma no ha sonreído aun en el fondo de nuestro ser.

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…la variedad de la existencia no se distingue. Caminamos rendidos bajo el peso de nuestra alma, y no hay proporción entre ella y nosotros.

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Si se pudiera preguntar a una inteligencia de otro mundo cual es la expresión sintética de la faz de los hombres, respondería, indudablemente, después de haberlos visto en sus alegrías, en sus dolores, en sus inquietudes:
-Parecen pensar en otra cosa.
Sed grandes, sed sabios y elocuentes; el alma del pobre que alarga la mano al extremo del puente, no estará celosa, pero la vuestra le envidiará tal vez su silencio. El héroe necesita la aprobación del hombre ordinario, pero el hombre ordinario no pide la aprobación del héroe, y sigue su vida sin inquietud, como el que tiene su tesoro en lugar seguro.

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Una verdad oculta es la que nos hace vivir. Somos sus esclavos inconscientes y mudos, y nos encontramos encadenados mientras ella no aparece. Pero si uno de estos seres extraordinarios, que son las antenas del alma humana innumerablemente una, sospecha su presencia por un instante, avanzando a tientas en las tinieblas, hasta el último de nosotros, por no se que choque súbito e inexplicable, nos encontramos libres de algo; una verdad nueva, más alta, más pura y más misteriosa ocupa el lugar de la que se vio descubierta y que huye para siempre, y el alma de todos, sin que nada la venda exteriormente, inaugura una era más serena y celebra profundas fiestas en las que nosotros no tomamos sino una parte tardía y muy lejana. Y creo qué de este modo es como se eleva y corre hacia la finalidad que solo ella conoce.

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…porque el niño que calla es mil veces más sabio que el Marco Aurelio que habla. Y sin embargo, si Marco Aurelio no hubiera escrito los doce libros de sus Meditaciones, una parte de los tesoros desconocidos que nuestro niño encierra no sería la misma. Tal vez no sea posible hablar claramente de estas cosas, pero los que supieron interrogarse bastante profundamente y vivir, aunque no fuera más que el tiempo que dura un relámpago, con arreglo a su ser integral, sienten las razones por las cuales si Platón, Swedenborg y Plotino no hubieran existido, el alma del lugareño, que no los leyera, ni hubiese oído hablar de ellos, no sería lo que es infaliblemente hoy.

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Tratamos de conocer para aprender a no conocer. No creemos sino merced al crecimiento de los misterios que nos agobian, y somos esclavos que no pueden mantener en sí el deseo de vivir sino a condición de aumentar, sin desanimarse, el despiadado peso de sus cadenas…

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Llega un momento en que los fenómenos de la conciencia habitual, que podría llamarse la conciencia pasional o la conciencia de las relaciones de primer grado, no nos aprovechan ya ni llegan a nuestra vida. Concedo que esta conciencia sea en ocasiones interesante y que sea interesante conocer sus pliegues. Pero es una planta de la superficie, y sus raíces tienen el gran fuego central de nuestro ser. Puedo cometer un crimen, sin que el menor soplo incline la mas ínfima llama de esta hoguera, y por otra parte, una mirada cambiada, un pensamiento que no llega a expresarse, un minuto pasado sin decir nada, puede agitarla en torbellinos en el fondo de sus retiros y hacerla desbordarse sobre mi vida. Nuestra alma no juzga como nosotros; es una cosa caprichosa y oculta. Puede ser alcanzada por un soplo y pasar desapercibida por una tempestad. Es menester buscar lo que la toca; todo está ahí, porque ahí estamos nosotros.

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…es menester no hablar sino para sí…

De El tesoro de los humildes
(fragmentos)